domingo, 22 de mayo de 2011

VOLVIERON A CAER LOS PUMAS UNIVERSITARIOS


El regreso del Padre Lambert en 1949 fue para nosotros motivo de profunda alegría, solo que no podíamos externarla en su presencia porque era enemigo de esas situaciones eufóricas. El siempre fue un ejemplo de equilibrio emocional.

Pocas veces, muy pocas veces lo vimos perder ligeramente esa ecuanimidad. No se crea, que no sentía o no vivía todo aquello que era trascendentalmente humano: al contrario, creemos que lo sentía como pocos, pero que no permitía que el corazón dominara al cerebro.

La prueba más admirable de su serenidad, la dio en esas últimas semanas que estuvo con nosotros, ¡Con que naturalidad y sencillez, sin darle importancia, nos contaba que su mal era ya muy grave!

Esos años de 1949 a 1953 que son los de su última estancia en México, pero que deseamos de todo corazón que no sean los últimos de su vida, son los más interesantes y extraordinarios de su carrera deportiva en nuestro país. Marcan, al mismo tiempo, la etapa de mayor impulso y grandeza que ha tenido nuestro fútbol americano. El último clásico, o sea el juego entre el Poli y Universidad de 1952, fue la prueba evidente de que el fútbol americano ha llegado a cimas insospechadas de madurez, de técnica y de espectacularidad. Y el Padre Lambert tiene mucho que ver con eso. Se llenarían muchas cuartillas si habláramos de esa época, que es a nuestro juicio la más brillante del deporte del balón ovalado. No reza en nosotros el adagio de que 'cualquier tiempo pasado fue mejor', aunque hayamos jugado entonces. La calidad pertenece al presente.

Pero nos concretaremos a mencionar las cosas más notables que estén relacionadas con el hombre que ayudo poderosamente a crear esta época de esplendor. Empero hay que consignar que también influyo notablemente en los destinos del fútbol americano aquella sorprendente y colosal victoria que alcanzaron nuestros aguerridos seleccionados en el memorable I Tazón de Plata de 1947, cuando derrotaron al potente equipo de Randolph Field en cuyas filas venían jugadores de la talla de 'Doc' Blanchard, Arnold Tueker, Ginn Innos, verdaderas estrellas de los emparrillados norteamericanos. Este acontecimiento hizo dar un paso firme a nuestro fútbol. Pero fue hasta 1949 cuando se reanudo la marcha triunfal del fútbol americano en México, y uno de los dinamos que lo impulsaron fue el Padre Lambert.

En efecto, ese año comenzó a trabajar muy duro con sus muchachos. Empezó con la intermedia, vigilando y supervisando los trabajos de los entrenadores. Sus observaciones eran precisas y su empeño era volver a derrotar a Universidad en la temporada de Liga Mayor, anhelo largamente acariciado por los politécnicos venidos a menos.

Este caro deseo no tardó mucho en realizarse. La tarde del sábado 19 de noviembre de 1949 ante un llenazo en el Estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes, volvieron a enfrentarse una vez más, los tradicionales enemigos. Pero, ahora la cosa era diferente. Los burros Blancos volvían a tener al hombre que tanto les había hecho falta, al Coach que los inspiraba, al estratega que los hacía triunfar. Y así en una conjunción de anhelos, de buena condición física y de técnica y empuje, el Padre Lambert llevó a los Politos a una victoria de 32 a 7.

La miel de este triunfo no la habían saboreado los del Poli desde aquel campeonato de 1945. ¡Y como la gozaron!

En ese juego hubo una clara superioridad de los jugadores de Santo Tomas sobre sus adversarios, dentro de un nuevo sistema que había impuesto el Padre, el de formación 'T' de Illinois. La temporada habría sido redonda para los Burros Blancos de no haber sido por el descalabro que sufrieron más tarde contra el México City College, en donde ya figuraba el extraordinario Alex Esquivel, uno de los más brillantes jugadores que hayamos visto sobre los campos del país. Y a propósito, ese mismo año, en un juego nocturno que se efectuó el 14 de octubre, el México City College derrotó a Universidad en el juego más sensacional de todos los tiempos, por 32 a 26. Inútil es decir que la figura indiscutible fue Alejandro Esquivel. El mismo Padre confesaba al día siguiente que jamás había visto en su vida una cosa igual.

A pesar de esa derrota, como decíamos antes, que les causaron los 'Aztecas' del City College a los del Poli, el Padre estaba satisfecho y los jugadores también, pues habían conseguido lo que tanto habían soñado: vencer a los Pumas. En eso se parecían los Polis a los equipos de Estados Unidos que solo anhelaban vencer a Notre Dame,

Al igual que en 1945, fuimos a felicitarlo y a pagarle la apuesta que habíamos hecho. Todo nos alegraba, porque por un momento nos olvidamos de la Universidad y pensábamos en el fútbol de México. Si, pensábamos que eso era lo que hacía falta; pelea, pugna, para que los equipos se superaran.

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