domingo, 22 de mayo de 2011

A QUE PADRECITOS !



En su segunda estancia en México, de 1949 a 1953, el Padre Lambert siempre nos dio la impresión de que estaría con nosotros mucho tiempo. Habíamos visto en el Colegio del Tepeyac como se iban unos Padres y llegaban otros. Cuando regreso el Reverendo Lambert en 1949, no había uno solo de aquellos que habían sido sus compañeros. Ya se había ido aquel que fuera nuestro director, el Padre Anthony Reilman: un gigantón con un corazón así de grande, que había sido también nuestra primera base en aquel inolvidable equipo de Softbol. Era un gran tipo. Tampoco estaban el Padre Andrés, ni el Padre Xavier Bentzen. Solo quedaban las Madres en el nuevo Colegio de Guadalupe como dijimos antes.

Los nuevos Padres solo conocían de oídas al Padre Lambert. Tenían curiosidad por conocerlo porque era mucho lo que se hablaba de él. Poco tiempo tuvieron que esperar, porque de pronto se les unió y la amistad que se creó entre ellos unida a la hermandad religiosa, fue muy fuerte y sincera, tanto así, que ahora los Padres del Colegio sienten profundamente la ausencia del amigo y compañero.

Pero iba a surgir una cosa curiosa entre ellos, si antes los demás Padres habían sido partidarios incondicionales del Poli, por esa simpatía y cariño al Padre Lambert, ahora del nuevo grupo surgía uno, el Reverendo Padre Burton Biorns, Director del Colegio, que se inclinaba por Universidad.

Debemos decir que este Padre Burton Biorns, era una autoridad en el fútbol. Fue jugador (quarter back) de una universidad de Minnesota y había seguido muy de cerca la evolución del fútbol moderno. Inclusive estaba enamorado del sistema de Oklahoma que había implantado entre sus muchachos, logrando una buena actuación en la última temporada de la Conferencia Juvenil y destacando en los comienzos de la actual. Nos referimos al equipo del Colegio del Tepeyac. El Padre Burton sabe mucho de fútbol y como Coach no desmerecería en lo más mínimo ante cualquiera de la Liga Mayor.

Pues bien, el Padre Lambert y el Padre Burton siempre tuvieron sus discusiones. Algunas veces interveníamos nosotros. Y era digno de verse lo que sabían esos dos señores de fútbol. Y como se daban bromas defendiendo a los equipos de sus simpatías.

Todas las tardes, hasta los últimos días que estuvo en México el Padre Lambert iba a correr al Colegio Tepeyac. Tenía una clase de inglés por las mañanas en un grupo de secundaria. Era simpático verlo cuando cobraba la quincena, pues figuraba en la nomina y siempre se encontraba con que le descontaban algo de lo poco que ganaba, por la comida u otra cosa, o por haber faltado un día. El asunto era que no le quedaba casi nada, producto de la broma que le jugaban los otros padres. Pero el iba muy serio cada día de pago a ver la nomina y después de enterarse de lo que le tocaba, le decía a la señorita secretaria con una seriedad que daba risa.

– Oiga Carmelita, ¿Qué no está equivocado eso?

– - No, Padre, está bien

– ¿Cómo que me tocan dos pesos y cincuenta centavos?

– -- Bueno Padre, recuerde usted cuantas veces comió aquí?

– ¡Ah que padrecitos!, Tendré que quejarme con mi abogado, y además voy a formar un sindicato de profesores oprimidos.

– Bueno, preste usted aquí – agregaba- tomaba el cojinete entintado, se mojaba el pulgar y ponía su huella digital.

Y es que siempre tuvo muy buen humor. Nadie podía estar serio a su lado. La broma y los chistes estaban siempre a flor de labio.

A pesar de que en los últimos años ya hablaba perfectamente el español, le gustaba con frecuencia decir tremendos disparates. Su alegría era contagiosa y sus chistes muy ingeniosos. Entre sus grandes aficiones, fuera del fútbol, figuraban los toros. Había que ver cómo le entusiasmaban. A cuanto paisano suyo llegaba a México, lo llevaba a las corridas. Fue un verdadero admirador de la fiesta. Y había que oírlo discutir y hablar de toros.

Otra cosa que también le llamó la atención fue el fútbol soccer. Le gustaba por la enjundia y el coraje de los jugadores. Otra de sus inclinaciones fue la música mexicana, así en aquella cena de despedida en 1945, se cantó muchas veces 'La Barca de Oro' que era la favorita del padre. Muchas otras canciones fueron de su agrado. Le emocionaban y había que ver la curiosidad que le causaban los mariachis.

Fue también memorable el primer viaje que hizo a Acapulco en compañía del Profesor Juan Martínez, Uriel González y otras personas. Se divirtió mucho en el bello puerto guerrerense. Pero volvamos al fútbol, para ver lo que el Padre realizó en los siguientes años. Relatábamos que los del Poli volvieron a obtener el cetro en 1949, gracias a la labor del Padre Lambert. Para 1950, los mismos Burros Blancos iban a tener una buena temporada.

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